Las plataformas sociales generan un eco infinito. En ocasiones, conducen a una deshumanización del otro. Necesitamos formación para usarlas sin dañar y para no cometer, sin darnos cuenta, un delito.
Con información de El País
El youtuber que hace dos años entregó una galleta rellena de dentífrico a un mendigo en Barcelona, grabó la escena y la subió a la web sabría que estaba cometiendo un delito contra la integridad moral si hubiese intuido que en el mundo virtual rigen los mismos derechos y obligaciones que en el entorno físico. Humilló y vejó a una persona vulnerable. Y para agravar la situación lo difundió masivamente a través de su propio canal de YouTube. Hace dos semanas, fue condenado a 15 meses de cárcel. Las redes sociales no son una simple e inocente tertulia de un bar. Tienen un eco infinito y, a menudo, distorsionan y corroen la convivencia.
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